Entrevistas

La mujer rarámuri que ama a su bosque

La Organización de las Naciones Unidas invitó a reflexionar sobre los logros que las mujeres han alcanzado, así como su valentía y determinación para derribar obstáculos y lograr un lugar en la historia.

Su papel en el sector forestal es esencial para lograr la sustentabilidad. El caso de María Rojas, es una muestra de lo que muchas mujeres han aportado a este sector.

Enclavada en la región de la Baja Tarahumara, municipio de Urique, Chihuahua, se encuentra una comunidad llamada Mesa de Arturo, el lugar donde nació María Asunción Rojas.

Mari, como la conocen sus cercanos, es una joven rarámuri que cumplió el sueño de graduarse como ingeniera en ecología y dedicarse, desde un ámbito profesional, a preservar la riqueza forestal de México.

La segunda de cuatro hermanos desde niña mostró su fortaleza, pues recorría cada semana cuatro horas a pie para llegar hasta la comunidad más cercana donde había un internado que impartía la educación básica donde aprendió el español como su segunda lengua.

“Mi hermano se reía cuando yo no pronunciaba algunas palabras en español”, señala Mari recordando su niñez”.

Otro de sus obstáculos fue que apenas había comenzado a cursar la primaria, cuando mientras jugaba sufrió una caída que le causó una fractura en la rodilla izquierda y al no recibir la atención médica apropiada quedó con una dificultad para caminar.

Mari nunca se rindió, terminó sus estudios a pesar de la presión de su familia de abandonar la escuela por este incidente.

“Cuando estaba por entrar a la secundaria mi mamá me pidió que dejara la escuela, que ella no quería verme sufrir al tener que caminar cuesta arriba para llegar a Urique donde estaba el internado, pero trabajar para ayudar a mi familia siempre fue mi sueño y decidí seguir”.

Conforme fue avanzando su nivel de estudios le llamó la atención la posibilidad de una carrera profesional y le gustó la de Ingeniería en Ecología, pues al vivir entre el bosque siempre tuvo un interés por la naturaleza que la rodeaba.

Con sus ahorros en mano llegó para pagar su inscripción, pero al estar en la ventanilla le faltaban 200 pesos.

“No sabía qué hacer, no me alcanzaba, me senté  ahí afuera…  pasó uno de los guardias del campus y me pregunto: ¿qué tienes?”. Pero con la ayuda de algunas personas y su perseverancia consiguió una prórroga y una beca.

Cuando concluyó su carrera, hizo el servicio social en la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR), donde colaboró en reforestaciones, restauración de suelos y atención a los usuarios de origen indígena, interpretándoles a su lengua materna: el tarahumara.

Por su trabajo y compromiso fue contratada por la institución donde colaboró dentro del programa de conservación de suelos.

Pero sus sueños no terminan ahí, está preparándose para empezar la maestría en Educación Ambiental para seguir su camino en el cuidado de los bosques y con ello ayudar a su familia y comunidad.

Actualmente se encuentra en pláticas para traducir material a lengua tarahumara y con ello asegurar que su pueblo reciba correctamente los apoyos del Gobierno de México.

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