Por sequía, mutilan 700 hectáreas de nogales en la región de Jiménez

Árboles mutilados en una superficie de 700 hectáreas son el reflejo de la sequía en la región nogalera de Jiménez, una de las principales áreas del cultivo de nuez en el estado que en esta temporada producirá 40 por ciento menos que el año pasado. A productores como Eduardo Marín no les quedó más que cortarlos y dejar los troncos a la espera de que reverdezca con el sistema de goteo para riego y lo mismo ocurre en ejidos como San Felipe, San Luis y Zaragoza. Otros nogaleros trasplantaron sus árboles en el municipio vecino de Coronado, donde hay disponibilidad de agua. Para todos es complicado y buscan opciones con tal de mantener el cultivo del fruto seco que aporta el 60 por ciento de la producción nacional.
Hay lugares donde la vida se aferra con desesperación a las grietas de una tierra reseca. San Felipe, ejido del municipio de Jiménez, se encuentra en la agonía de un paisaje que alguna vez floreció con vigor, pero que ahora se marchita bajo el peso implacable de la sequía. Los días transcurren en la incertidumbre y la pregunta que todos se hacen es simple y devastadora: o llueve, o San Felipe muere.
Desde lejos lo que antes fue un valle fértil de nogales parece un campo desolado. Árboles con troncos mutilados, sin ramas y vestigios de nueces secas que nunca llegaron a ser cosechadas, pintan un panorama apocalíptico. Los ejidatarios han optado por podar los nogales hasta casi su base con la esperanza desesperada de salvarlos de la muerte total. Pero el agua, ese bien tan esencial como escaso, no llega.
La sombra que cubre San Felipe se extiende sobre 152 hectáreas de nogaleras que no produjeron fruto este año. Y este pequeño infierno es sólo una parte del panorama sombrío que abarca las 700 hectáreas que atraviesan la misma calamidad en toda la región. Como si de una ironía cruel se tratara, el agua que alguna vez les permitió subsistir se ha retirado y con ella la esperanza de cientos de familias.